La cuarentena le dio un cimbronazo a la dinámica laboral, y en este escenario con más incertidumbres que certezas el teletrabajo se abre camino como posible solución. Las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) transformaron el mundo laboral permitiendo que muchas tareas puedan desarrollarse desde cualquier lugar en cualquier momento. Esta nueva independencia espacial permite pensar las posibilidades, pero también los riesgos que conlleva.

 

La incidencia del teletrabajo está relacionada no solo con los avances tecnológicos sino también con la estructura económica y la cultura de trabajo existente en cada país. Si bien esa incidencia aumentó en los últimos años, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló en su infirme “Trabajar en cualquier momento y en cualquier lugar: consecuencias en el ámbito laboral” de 2017 que en los Estados Unidos el 20% de las y los trabajadores desempeña su actividad mediante esta modalidad, mientras que en Europa lo hace alrededor del 17%  y en Argentina solamente el 1.6 por ciento.

 

Pensar la implementación del teletrabajo en nuestro país obliga a considerar dos dimensiones. La primera refiere a las restricciones existentes en torno a la infraestructura digital local, tales como el acceso a internet y a una computadora. El 80% de los hogares argentinos tiene acceso a internet pero solamente un 63% dispone de una computadora, a lo que se suman las fuertes diferencias en el acceso entre provincias. Capital Federal posee más conexiones que hogares, 112,7%, mientras que Formosa apenas supera el 30%, advierte el Centro de Estudios Atenea en su último “Monitoreo de la educación a distancia durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio”.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló en un informe de 2017 que en los Estados Unidos el 20% de las y los trabajadores desempeña su actividad mediante esta modalidad, mientras que en Europa lo hace alrededor del 17% y en Argentina solamente el 1.6 por ciento.

La segunda dimensión refiere a la estructura del mundo laboral. Las discusiones sobre la regulación del teletrabajo se orientan sólo hacia el sector de trabajadores y trabajadoras en relación de dependencia público y privado, dejando de lado a un gran sector que lo hace bajo otra modalidad o en la informalidad. No obstante, no todas las actividades económicas se pueden adaptar al teletrabajo, en Argentina se estima que entre el 26% el 29% de las ocupaciones pueden realizarse de forma remota (fuente OIT).

 

Actualmente, nuestro país carece de una Ley integral que regule esta modalidad. La Ley de Contrato de Trabajo y la Ley 25.800, mediante la cual el Estado adopta para sí el Convenio de la OIT referido al trabajo a domicilio, funcionan como marcos generales. Al no existir una norma integral, los avances regulatorios sobre el teletrabajo se establecieron en algunos convenios colectivos de trabajo o instituciones específicas, como es el ejemplo de YPF, Telecom o la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) en el sector público.

Capital Federal posee más conexiones que hogares, 112,7%, mientras que Formosa apenas supera el 30%, advierte el Centro de Estudios Atenea en su último “Monitoreo de la educación a distancia durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio”.

En 2013, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social sancionó el Programa de Promoción del Empleo en Teletrabajo (Propet), para darle impulso y monitorearlo en el sector privado. A su vez, la Superintendencia de Riesgos de Trabajo (SRT) publicó en 2012 la Resolución 1.552 que fija un número de obligaciones por parte del empleador, vinculadas con la seguridad y la higiene del entorno laboral-domiciliario, y lo obliga a entregar distintos elementos tales como una silla ergonómica, un extintor pequeño o un mousepad, entre otros. A su vez, en el marco de la COVID-19, la Oficina Nacional de Empleo Público elaboró una serie de recomendaciones para las pautas de trabajo remoto.

 

Con la certeza que el distanciamiento social nos acompañará por un tiempo, estamos frente a una oportunidad inmejorable para regular esta modalidad de trabajo. ¿Cuáles son los principales desafíos? Existe un largo recorrido previo, no sólo en el debate público sino también en el legislativo.

 

Derecho a la desconexión

El derecho a la desconexión busca poner límites a la jornada laboral y, con ello, a la delimitación del ámbito laboral y la vida privada. Experiencias legislativas internacionales arrojan algunos ejemplos. Chile, por caso, promulgó en marzo una ley que reconoce 12 horas de desconexión, pero lejos de consagrar un derecho para la clase trabajadora, supone una extensión horaria por fuera de los límites de la jornada laboral. Cualquier marco legal que se aplique en nuestro país debe establecer reglas claras respecto de la jornada laboral que generen un equilibrio en las relaciones asimétricas entre empleador/a – trabajador/a, resguardando los derechos del eslabón más débil.

El derecho a la desconexión busca poner límites a la jornada laboral y, con ello, a la delimitación del ámbito laboral y la vida privada.

Libertad de asociación y participación gremial

La mayoría de las guías de buenas prácticas recomiendan que el teletrabajo deba permitir el pleno goce y ejercicio de los derechos sindicales. Por lo tanto se deben reconsiderar las formas de participación del teletrabajador en las actividades sindicales para adecuarlas a las nuevas modalidades de contratación y trabajo.

 

El teletrabajo implica nuevas formas de vinculación entre trabajadores/as y representantes gremiales, mediadas en muchos casos por las nuevas tecnologías. Cualquier proceso de regulación debe incluir la participación de los sindicatos con el pleno goce y ejercicio de los derechos sindicales. El riesgo de la atomización en la clase trabajadora conlleva la pérdida de derechos.

Cualquier proceso de regulación debe incluir la participación de los sindicatos con el pleno goce y ejercicio de los derechos sindicales. El riesgo de la atomización en la clase trabajadora conlleva la pérdida de derechos.

Desigualdad de género

El enfoque de género es clave para evitar la preservación de roles. El informe de la OIT del año 2017 explicita que en Japón, el teletrabajo es utilizado como medio de reproducción de su clase trabajadora al aunar en un mismo espacio el rol de madre con el trabajo remunerado. La brecha de género en nuestro país se sustenta, entre otras cuestiones, en la asignación de un rol primordial en las tareas del hogar para las mujeres. El desafío es pensar políticas públicas que impidan la reproducción de esquemas sustentados en la perpetuación de la desigualdad en la responsabilidad de las tareas de cuidado.

 

Las nuevas modalidades de trabajo asoman como herramientas indispensables en estos tiempos, y es necesario tomarlos como espacios de disputa para evitar que impacte negativamente en los derechos laborales. Escaparle a la noción de neutralidad entonces permite abrir ciertos interrogantes pensando no sólo en la inmediatez sino también en el largo plazo.

La brecha de género en la Argentina se sustenta, entre otras cuestiones, en la asignación de un rol primordial en las tareas del hogar para las mujeres. El desafío es pensar políticas públicas que impidan la reproducción de esquemas sustentados en la perpetuación de la desigualdad en la responsabilidad de las tareas de cuidado.

*Politólogos – Centro de Estudios Atenea

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