En nuestro país una mujer que tiene un trabajo no registrado se encuentra sin derechos laborales que la protejan y además gana un 37% menos que un varón en la misma condición. La brecha salarial para las trabajadoras desprotegidas cristaliza su dependencia

Por Lucía Beatriz Blotta Cavalli, Paula Monteserin y Gisela Rivero (*)

 

En la Argentina el 35% de las personas asalariadas trabaja de forma no registrada. Esto equivale a más de 3 millones de excluidos y excluidas de los derechos laborales básicos del trabajo formal. Este fenómeno afecta más a las mujeres cuya tasa de no registro es del 38,2%, cuatro puntos por encima que la de los varones. Para las mujeres de entre 16 y 29 años la diferencia se acrecienta y el valor llega a 54,7%.

Una mujer que trabaja de manera informal no sólo se encuentra desprotegida sino que además gana un 37% menos que un varón en la misma condición laboral. Esta brecha salarial es 20 puntos más alta que la brecha en el empleo registrado (17%). La diferencia de ingresos entre varones y mujeres se profundiza allí donde las mujeres son aún más vulnerables: el mercado laboral informal.

El grado de autonomía económica de las personas que trabajan sin protección muestra una profunda brecha de género. La canasta básica total, que mide la línea de pobreza en Argentina, fue de 12.608,52 pesos para diciembre de 2019. En el mismo período, el salario promedio de los varones con un trabajo informal fue casi 17 mil pesos, mientras que el de las mujeres estaba por debajo de los 11 mil pesos. En este contexto la autonomía económica es inalcanzable para las mujeres.

La pobreza mirada desde una perspectiva de género nos muestra que varones y mujeres se insertan en actividades diferentes también en el mercado laboral informal. La mayoría de las mujeres que trabajan en estas condiciones son trabajadoras de casas particulares y/o cuidan personas dependientes (niños y niñas, personas mayores y personas con discapacidades). Estas tareas designadas como “naturales” del género femenino al interior del hogar, son también las de menor valor económico y social en el mercado laboral.

A su vez, la jornada laboral de estas trabajadoras es más corta y esto explica, entre otras cosas, la diferencia en la brecha salarial entre trabajadores registrados y no registrados. A pesar de que en el universo del trabajo desprotegido predomina la subocupación, el porcentaje es más alto para las mujeres: el 73% trabaja menos de 35 horas semanales mientras que en los varones desciende a un 38%.

 

Al interior de los hogares la brecha salarial trae como consecuencia que las mujeres aporten menos que los varones al ingreso total. Para las mujeres que se encuentran en pareja se limitan las oportunidades de autonomía y se perpetúa la dependencia económica.

Si queremos avanzar hacia la reducción de esta brecha, no solo es necesario que las personas accedan a empleos formales, también se debe reconocer y valorizar el trabajo de cuidado de manera justa y en función del aporte que realizan a la reproducción de la sociedad. Además es necesario avanzar en políticas públicas para eliminar barreras que impiden a las mujeres insertarse libremente en distintas ramas del mercado laboral.

Desde el Centro Atenea sostenemos la necesidad de acortar la brecha salarial de géneros de las personas que trabajan sin protección. Diseñando e implementando políticas desde el Estado, en conjunto con las organizaciones empresariales y sindicales, que den cuenta de la gran heterogeneidad del mercado de trabajo argentino. La igualdad en el mundo del trabajo será el resultado de la sinergia entre distintos factores políticos, institucionales y culturales que amplíen derechos en la diversidad y frente a la heterogeneidad.

(*) Investigadoras del área de Géneros del Centro de Estudios Atenea.

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