El informe realizado con la colaboración de la Federación de Docentes de las Universidades (FEDUN) da cuenta de los desafíos que la educación a distancia supone para las universidades argentinas en el contexto de la emergencia sanitaria. El relevamiento realizado sobre universidades nacionales y con datos de las provincias argentinas da cuenta del impacto que la virtualización forzosa de la enseñanza tiene sobre los casi 2 millones de estudiantes y los 141.000 docentes de la educación superior universitaria. Alumnos y alumnas del norte argentino y de hogares alejados de los centros urbanos encuentran obstáculos para continuar con sus estudios, lo que podría llevar a mayores niveles de deserción. Ante esta problemática, varias universidades tomaron la iniciativa de brindar “becas de conectividad” para superar la brecha digital y compensar las desigualdades existentes. Los investigadores e investigadoras también señalan que la educación a distancia es difícil de implementar en algunos tramos de las carreras que exigen instancias prácticas de formación de competencias profesionales, en donde el modelo universitario ha sido tradicionalmente presencial.

El cierre temporal de las instituciones educativas de nivel superior por causa de la pandemia del COVID-19 afectó ampliamente a la población argentina y del mundo. Las estimaciones de UNESCO muestran que el cierre alcanza a unos 23,4 millones de estudiantes de educación superior y a 1,4 millones de docentes en América Latina y el Caribe, casi la totalidad de alumnos y profesores de la región. En la Argentina, donde se cumplen dos meses desde que fueron suspendidas las clases presenciales, 131 universidades e institutos universitarios han tenido que adoptar la educación a distancia como única posibilidad para continuar los estudios en curso. Dicha modalidad, que hasta ahora se implementaba de forma parcial y principalmente en la formación de posgrado, tuvo que ser extendida a carreras de grado de saberes muy variados: mientras algunas disciplinas y componentes de la formación permiten ser organizados de manera relativamente sencilla en unidades a trabajar de forma virtual, otras competencias profesionales presentan verdaderos desafíos para ser desarrolladas a distancia. Al mismo tiempo que las readecuaciones a los calendarios académicos que preveían una reanudación del ciclo lectivo en junio comienzan a perder factibilidad, las matrículas universitarias corren el peligro de caer.

El estudio de Atenea ofrece un panorama acerca de la realidad que enfrentan estudiantes y docentes de 6 universidades nacionales en medio del aislamiento social, preventivo y obligatorio. Se relevaron datos de la Universidad Nacional de Tucumán (Noroeste), la Universidad Nacional del Nordeste, la Universidad Nacional de Cuyo, la Universidad Nacional del Comahue (Patagonia), la Universidad Nacional de La Matanza y la Universidad de Buenos Aires. Se analizaron datos referidos a las condiciones de accesibilidad de las regiones en donde están situadas las casas de estudio, así como la normativa y las iniciativas de las instituciones para llevar adelante la formación a distancia.

Al indagar sobre el impacto del paso a la virtualidad en los alumnos y alumnas del nivel superior, el estudio reconoce distintos tipos de limitaciones. Por un lado, las desventajas que los y las estudiantes de ciertas regiones y de los aglomerados más pequeños tienen para navegar fluidamente en las aulas educativas,producto de la calidad y la velocidad de la conexión local. En primer lugar, si se considera la penetración de internet fija por región, encontramos que en el noreste argentino las conexiones de banda ancha por cada 100 hogares se ubican en torno a 35, 20 menos que en el promedio nacional y apenas un tercio de la cantidad de conexiones fijas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los y las estudiantes de las universidades situadas en el norte argentino también navegan a una velocidad menor. En esta zona, el promedio de velocidad de provincias como Formosa (15) es duplicado por la velocidad de Buenos Aires (30) y casi triplicado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (44). Otro obstáculo es la disponibilidad de computadoras en los hogares, donde nuevamente las regiones con mayores recursos son Gran Buenos Aires, la región pampeana y Cuyo. Esto último es de vital importancia ya que, si bien muchos estudiantes acceden a internet desde sus celulares, puede pensarse que las computadoras son dispositivos esenciales para visualizar los contenidos de forma cómoda y para realizar actividades de redacción, cálculo e investigación.

Así, las soluciones de continuidad que exigen conexión a internet enfrentan la realidad de una baja conectividad en los hogares de bajos ingresos o de zonas rurales, lo que podría redundar en una obstaculización mayor para aquellos estudiantes con menores oportunidades para acceder a la educación superior. Desde Atenea indican que “la brecha tecnológica castiga doblemente a los y las estudiantes provenientes de hogares pobres”, quienes ya debían superar obstáculos para acceder a la educación superior y que en circunstancias de aislamiento cuentan con menos herramientas para permanecer y tener un buen desempeño en las universidades. Al respecto, el informe también menciona el esfuerzo de algunas universidades por entregar becas de conectividad a aquellos estudiantes con dificultades para acceder a internet. En el caso de la Universidad del Nordeste, las becas ascienden a 700 pesos y serán entregadas a casi 800 estudiantes. Otras universidades con iniciativas similares son la Universidad Nacional de Córdoba, la Universidad Nacional de Salta, la Universidad Nacional Arturo Jauretche (Florencio Varela), y la Universidad Nacional de Catamarca.

Respecto de los sistemas de educación a distancia, el estudio explica que el modelo universitario argentino ha sido concebido desde su inicio como un dispositivo masivo de educación presencial, en el que las modalidades de educación semipresencial y a distancia han sido introducidas de forma relativamente reciente. Si bien en la actualidad numerosas universidades implementan la educación a distancia en algún tramo de la formación de grado o posgrado, dichas experiencias se limitan a cierto número de carreras. El desarrollo de competencias profesionales en carreras con alto grado de formación práctica requiere de abordajes donde la comunicación presencial entre docentes, tutores y estudiantes es difícil de reemplazar. Por tal motivo, la interrupción de las clases ha afectado de manera particular a los y las estudiantes que realizaban sus residencias o transitaban trayectos prácticos hacia el final de sus carreras.

En circunstancias normales y a partir de 2017, las universidades debían someter su infraestructura y propuestas de virtualización a evaluaciones de la CONEAU. Entre los casos consultados, se encontró que algunas casas de estudios pusieron en marcha los sistemas que habían sido aprobados por este organismo, mientras que otras emplearon soportes virtuales que se encontraban en proceso de ser certificados. Esto “podría indicar una falta de consistencia y alineación en los criterios utilizados por las diferentes cátedras, por caso, atentando contra el proceso educativo global”.

Sobre las posibilidades de capacitación docente, se relevaron distintas iniciativas con el fin de que los docentes universitarios adaptaran los contenidos de sus asignaturas a la modalidad a distancia. El estudio remarcó que “si bien se reconocen iniciativas de capacitación para acompañar a los y las docentes en el paso a la virtualidad, no se encontraron lineamientos que permitieran indicar qué aspectos de la currícula presentaban mayores obstáculos para la adaptación virtual u orientaciones con mayor nivel de profundidad para llevar adelante esta transposición.” También se hace mención a que las capacitaciones, al ser virtuales, obligan a los y las docentes a permanecer durante más horas frente a la computadora, en circunstancias que ya acrecentaban la carga horaria de su trabajo.