En enero, la metalúrgica Envases Del Plata, en Morón, -una planta de 70 mil metros cuadrados, de capitales nacionales- fue parada por sus trabajadores contra un intento de flexibilización laboral. El conflicto logró difusión, llegó a los medios; tal vez porque en esos días eran recientes las grandes manifestaciones al Congreso contra los proyectos de reforma jubilatoria y laboral -de hecho, represiones mediante, la laboral no llegó a ser tratada, aunque quedó esbozado que el gobierno la impulsaría en la práctica-. Si la noticia también circuló porque fue porque una torpeza del propio gobierno amplificó la huelga, ya que la misma mañana que la empresa presionó por imponer las medidas flexibilizadoras enviando 20 telegramas de despido, algún funcionario PRO tuvo la poco atinada idea de dar apoyo mandando a la infantería a la puerta de la fábrica.

El paro convocado por los delegados fue total. Las fotos de esos días muestran a los trabajadores en la entrada de la planta, juntos aunque separados por la reja de ingreso: del lado de adentro los que paraban, en la vereda, los despedidos pidiendo reingresar. Al día siguiente de iniciado el paro hubo más despidos; esa tarde fue la dirigencia de la UOM-Seccional Morón a la fábrica, y al otro día hubo un acto ya con Antonio Caló,  titular nacional del sindicato. Se abrió así a una negociación con la empresa y el gobierno, en el ministerio de Trabajo, donde finalmente hubo un acuerdo para que los cesanteados fueran reincorporados y se frenaran los despidos por tres meses. La situación parecía, si no ganada, rodeada de un marco capaz de resolverla.

En mayo, sin embargo, Envases del Plata se deshizo del 40 por ciento de sus operarios. En menos de 60 días quedaron en la calle, en sucesivas tandas, 200 personas. Y esta vez no hubo modo de revertirlo, por una razón que excedía a los protagonistas del acuerdo: el principal cliente de la firma, la multinacional Unilever, dejó de comprarle sus envases de aerosol para importarlos de Brasil y México. La producción de estas latas de aluminio significaba el 80 por ciento de los ingresos de la empresa nacional.

De siete líneas de producción que venían funcionando las 24 horas, todo el año, quedaron en actividad solo dos. Y de los 360 trabajadores que había en enero hoy apenas quedan 140.

El caso ilustra una parábola propia de este tiempo. Porque los despedidos estuvieron, hasta hace poco, en pisos altos de ingresos. Son operarios calificados, que tenían estabilidad y antigüedad. De los que tributaban ganancias y podían irse de vacaciones, incluso en enero.

La pregunta de la nota es qué hacen hoy, como nuevos desocupados, de qué manera están buscando reinscribirse; con qué armas se piensan.

El marco

Los centros de estudios que monitorean la cuestión del empleo ayudan a poner el tema en un marco. Según el CEPA, desde la asunción del macrismo hubo 78 mil despidos en la industria. El Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma apunta que el empleo del sector perdió, desde septiembre de 2015 a hoy, 74.337 puestos de trabajo. El Centro Atenea hace su cálculo desde diciembre de 2015 con la caída de 69.022 puestos. Las variaciones dependen del mes en que se empiece a contar. Son datos que no están en discusión porque se basan en los registros administrativos del Estado, en parte del Anses y el ministerio del Trabajo. Reflejan los cambios en el empleo en blanco, registrado.

La Unión Obrera Metalúrgica lleva a su vez un registro propio de la actividad: señala que de esos 70 mil empleos perdidos en la industria, a la metalurgia correspondieron “no menos de 30.000 puestos de trabajo”, a lo que se agregan veinte mil suspensiones.

La actividad está entre los rubros industriales más perjudicados por las políticas del macrismo. Se trata de una caída tanto más empinada si se considera que venía de una fuerte recuperación en la década kirchnerista. En el período 2003-2015, la UOM registra haber pasado de 50 mil trabajadores a 250 mil. La industria metalúrgica había crecido un 125 por ciento.

Piraña

Agustín Colovos, ampliamente conocido en Morón como Piraña, entró a la fábrica en 2006, hace doce años. Nacido en el conurbano, es parte de la generación que pasó la adolescencia bajo el menemismo, y a la que le tocó después, a la edad de insertarse laboralmente, el gobierno de Fernando De la Rúa seguido de la gestión de Eduardo Duhalde.

En esos años, lo que menos había era trabajo. Piraña fue vendedor callejero de morrones, integró un movimiento de desocupados, hizo hamburguesas en Mc Donalds, tuvo contratos precarizados por agencias de empleo, fue preceptor en un colegio. Creció en un clima de barrio.

Ingresó a Envases del Plata con ciertas ideas sobre el trabajo, el sentido de organizarse, la inexistencia del destino individual y la política, moldeadas por esas experiencias. La actividad metalúrgica estaba en franca recuperación, él había aprendido de tornería, lo tomaron por un aviso en el diario.

En 2008 fue elegido delegado. En esa elección cambió toda una camada, ya que ganaron 14 candidatos nuevos sobre un total de 15 cargos. La planta tenía en actividad entonces 7 líneas, que permanecían en funcionamiento 361 días al año. “Sólo se paraba para navidad, año nuevo, el 1 de mayo y el día del metalúrgico”, recuerda. Además de las latas de aluminio, la planta está especializada en papeles metalizados (del tipo de los que envuelven los alfajores y los chiclets) y bandejas descartables.

La comisión interna, por empuje propio y montada en la cresta de la ola, subió los sueldos, consiguió que las horas extra fueran reconocidas y pagadas a 100 por ciento, sumó a las mejoras negociadas por la UOM en las partitarias premios específicos, recategorizó a los que iban sumando capacitación o antigüedad. Ser trabajador de Envases del Plata pasó a significar estar entre los buenos sueldos de la actividad industrial. La planta tuvo un servicio médico, hicieron una cancha de fútbol dentro del predio. “A este lugar entramos en bicicleta y nos fuimos en auto”, ilustra Piraña. Se define como de la generación de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. En las últimas elecciones fue candidato a concejal de Hurlingham por Unidad Ciudadana.

Otra vez pollo

En los 90 un despedido abría un kiosco, invertía la indemnización en un taxi, ponía un parripollo, hacía para guardias nocturnas como personal eventual de seguridad. Hoy como entonces, las oportunidades que da el mercado pasan por una curiosa definición de la independencia: en los dos años y medio de gestión macrista, los Trabajadores Independientes con Monotributo Social aumentaron en 64.253 inscriptos. A su vez, el mayor aumento en números absolutos de puestos de trabajo fue en de los Monotributistas Independientes, con 118.992 puestos de trabajo (ver recuadro aparte).

De los despedidos uno está trabajando por cuenta propia como electricista. Otros usan el auto (ya se verá que el tema de los 0 kilómetro tiene un lugar en esta historia) para trabajar en Uber. Gastón Díaz abrió una pizzería con su hermano menor. La panificación es otra salida clásica.

En su local, ubicado en la casa paterna, en Bernal Oeste, Gastón da detalles a PáginaI12. Cuenta que tenía parte del equipamiento desde antes de trabajar a Envases del Plata, porque en 2013, tras un despido anterior, se inscribió en un programa de Desarrollo Social de la gestión anterior, que le otorgo un subsidio para montar el microemprendimiento. Compró un horno, una mesa de trabajo, una balanza para pesar los ingredientes, hizo una primera experiencia.

¿Por qué no siguió? Porque consiguió trabajo. “Además, no lo veía como lo veo hoy, con un fin que vaya más allá de vender pizzas”. Ahora quiere hacer una movida en el barrio, cultural y política.

Los dos hermanos estudian en la Universidad de Quilmes. Son los primeros de la familia en ingresar a la universidad. No integran la generación de Piraña, sino una posterior: tenían 14 y 10 años en la crisis del 2001, de la que recuerdan, vagamente, haber acompañado al trueque a su mamá.

Los Díaz se entusiasman inventado un marketing con identidad. Ambientaron la pizzería con fotos de Perón, Evita, Chávez, Kirchner y Fidel. También está Greta Garbo llevando al cuello el pañuelo verde por la legalización del aborto. Eligieron para sus productos la marca Patria, se divierten mandándo las pizzas en las cajas decoradas con leyendas. “La patria es siempre el otro”, leen los clientes al recibir su muzzarella. A precio popular.

Los hermanos cuentan otras ocurrencias que planean. A su manera, encuentran siempre algo de que reírse. Les gusta su barrio. Piensan que les gustaria tener más lazos aquí mismo. Por eso defienden su oportunidad de dar el debate desde el mostrador y, en el verano, juntar las bandas de música de la zona y sacar las mesas a la calle. “Fue triste ver todos esos despidos”, dice ahora Gastón. Un momento en que le resultó claro que eran considerados desechables. Aunque todos cobraron sus indemnizaciones, en algunos casos, los de mayor antigüedad, por encima de un millón. De todo este conflicto, que le resultó inesperado, dice que entendió “lo que quiere decir que el capital no tiene patria”.

En auto

En las conversaciones se cruza el recuerdo de los debates sobre la elección de 2015. Morón aportó buena parte de los votos a la fórmula nacional de Cambiemos y, de hecho, la intendencia también fue ganada por una identificable figura PRO, la de Ramiro Tagliaferro, ex esposo de María Eugenia Vidal. Los entrevistados marcaron que aunque se ganaba bien, todos vivían dentro de la fábrica, sin tiempo para casi otra cosa. Que las ofertas de tarjetas de crédito Premium, el auto nuevo y el discurso de los medios caló. “Tuvimos un buen aprendizaje gremial, incluso todavía tenemos una organización, pero no pudimos trasladar ese aprendizaje a lo político”, considera Piraña.

Como símbolo, las cuestiones con el auto. Muchas frases anotadas de las conversaciones, apelan a lo automotor. “Tuvimos que hacer una gestión ante la empresa para agrandar el estacionamiento”. “Había mucha queja por pagar Ganancias. El compañero se olvidaba que aunque manejara un 0 kilómetro, del auto se seguía bajando en overol. La mitad votó a Macri”. Otra: “la gerencia de personal se quejaba ‘me pedís un aumento y andás en un auto de alta gama’. Como si no tuviéramos derecho a comprarlo”.

La mirada del sector gremial puede completarse con un apunte tomado de los registros empresarios: según el último informe de Adimra (Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina), “en relación a las expectativas de producción para el trimestre junio-agosto, se intensificó el porcentaje de empresarios con una fuerte mirada pesimista. En este sentido el 46 por ciento de las empresas indicaron que prevén una disminución en su producción, mientras que sólo el 22 por ciento indicó que espera cambios positivos para los próximos meses”.

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