Con pronósticos que anticipan un fuerte grado de abstención electoral y un Sebastián Piñera como favorito, el próximo 19 de noviembre Chile elige presidente.

La ventaja relativa que marcan las encuestadoras a favor del ex presidente Piñera se explica en parte por la ruptura interna de la coalición de gobierno. Una primaria frustrada por la decisión de los demócrata-cristianos de llevar a su máxima dirigente -Carolina Goic- directo a las elecciones generales, dejó al oficialismo dividido en dos candidaturas.

Los restantes partidos de la “Concertación” acordaron impulsar la candidatura de Alejandro Guillier con el sello electoral “Nueva Mayoría”, creado para las elecciones precedentes. La figura de este sociólogo, periodista y ex conductor de TV fue propuesta por el Partido Radical, una de las principales formaciones del frente. Su trayectoria personal alejada de la política -en tiempos de creciente desconfianza de los ciudadanos chilenos con sus representantes- logró relegar la candidatura del ex presidente Lagos (2000-2006) que promocionaban otros sectores.

Compiten también por la presidencia el Frente Amplio, una coalición centro-izquierdista relativamente nueva que comenzó a cobrar visibilidad en las manifestaciones estudiantiles de 2011 y que lleva como candidata a la periodista Beatriz Sánchez. También se presentan Marco Enríquez Ominami, hijo del histórico líder guerrillero Miguel Enríquez que se lanza por tercera vez a la aventura presidencial; Alejandro Navarro, que debuta como cabeza de lista del partido PAIS creado por él mismo; el abanderado de la derecha más dura y actual diputado José Antonio Kast; y el profesor marxista Eduardo Artés con el partido Unión Patriótica, crítico de la izquierda tradicional.

Los especialistas calculan una concurrencia electoral del 45-50% de los ciudadanos habilitados para votar, en un universo compuesto por más de 14 millones de electores viviendo en territorio nacional y 39 mil en el extranjero. Se trata de un porcentaje muy bajo en relación al resto del continente latinoamericano, que según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) tiene un promedio de participación del 71%.

En este informe se puede apreciar cómo la abstención electoral en Chile ha venido acrecentándose desde finales de la década del noventa, hasta alcanzar en octubre del año pasado su máximo histórico en el periodo de la democracia pos-dictatorial: un preocupante 64%. Así, si analizamos las elecciones municipales tomando como base la población en edad de votar, vemos que el porcentaje de votantes disminuyó del 79% en 1992 al 45% en 2012 y al 36% en 2016. Una perspectiva comparada dimensiona aún más la gravedad del fenómeno: en los últimos veinticinco años solo Madagascar supera al país andino en la tasa de declive de participación electoral mundial.

La reforma del sistema de inscripción electoral realizada en 2012 ha contribuido enormemente a acentuar esta tendencia histórica, pues allí se dio el traspaso de una inscripción voluntaria y voto obligatorio a un sistema con inscripción automática y voto voluntario. A partir de entonces comenzó a reducirse el número de votantes en términos absolutos, pasando de 6.959.012 en la elección de alcaldes de 2008 a 5.790.916 en la de 2012, para finalmente llegar a 4.926.297 en 2016. Esto quiere decir que nueve millones de personas decidieron no ejercer su derecho a voto, una cifra que contrasta con el crecimiento sostenido de la población en edad de votar.

Las consecuencias de este fenómeno se manifiestan en el plano electoral, porque según el escenario que proyectan los analistas son pocos los puntos que le faltan a Piñera para superar el 50% y ganar en primera vuelta. De allí la intensa campaña que promueve el oficialismo para fomentar la participación electoral y forzar al ex presidente a disputar una segunda vuelta. Pero también el abstencionismo electoral se manifiesta fuertemente en términos demográficos. Si ponemos el acento en las franjas etarias, las investigaciones arrojan datos reveladores: los adultos que superan los 55 años registran mayores niveles de participación (62%) que aquellos que tienen entre 35-44 años (40%) y que los jóvenes de entre 18-24 años (16%).

Otra observación interesante está relacionada con la baja participación electoral en los distritos más densamente poblados, los que -en su interior- muestran disparidades entre sus distritos, dependiendo el nivel de ingresos. Así, en la Región Metropolitana, las comunas de más altos ingresos participan más que el resto de las cincuenta y nueve comunas del país. En este sentido, si observamos las últimas elecciones municipales de Santiago vemos que en la próspera comuna de Vitacura votó el 45% del padrón, mientras que en las relegadas La Granja o La Pintana sólo lo hizo el 21%. En efecto, se puede afirmar que en las regiones más desiguales los altos ingresos se relacionan con una alta participación electoral, y a la inversa, los sectores de bajos ingresos manifiestan un claro desinterés. Con esta simple lectura sociológica vemos que el derecho a votar no es ejercido homogéneamente por todos los sectores de la población.

La escasa participación electoral explica, al menos en parte, que demandas básicas como el acceso a la educación, la salud o el sistema previsional sean difíciles de procesar para el sistema político chileno. Y también que un candidato abiertamente neo-liberal y anti-estatista sea el favorito para las próximas elecciones, y pueda colgarse nuevamente la banda presidencial.

¿Qué rol viene jugando Bachelet durante estas elecciones? La renuncia y reemplazo de su gabinete económico, alarmó y genero suspicacias entre el sector financiero, que avizora un cambio en la política de austeridad, lo que podría entenderse también, como una señal al atomizado frente socialdemócrata y a las terceras vías, pensando en una segunda vuelta. De hecho, ¿por qué teniendo una oferta tan amplia en candidatos (es la elección con la mayor cantidad desde la vuelta a la democracia) el nivel de abstención esperado es tan alto? En un escenario de segunda vuelta, la apatía favorece a Piñera, un candidato que ya conoció su techo, vio su tasa de desaprobación rozar el 70% y conoce el análisis sobre intención de voto en segunda vuelta, donde se achican la brecha original a menos de un 4%.

 

 

¿Querés ver el informe completo? Escribinos a institucional@ateneacentro.com.ar