El pasado 15 de octubre se eligieron los nuevos gobernadores de los 23 Estados que integran el país. La participación del 61,14% del electorado significa nuevos records de participación, pero la ciudadanía sigue sin un nuevo liderazgo.

Los comicios contaron con el acompañamiento internacional del Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (CEELA) llevando a cabo 15 auditorías que constataron el proceso electoral. El resultado de las elecciones le ha otorgado una victoria al PSUV que, en palabras de Nicolás Maduro, habría obtenido a nivel Nacional el 54% frente a un 45% de la oposición, concediéndole de 17 de los 23 Estados al oficialismo y 5 a la oposición. Estos 5 corresponden a los Estados de Anzoátegui, Mérida, Nueva Esparta, Táchira y Zulia y todavía se esperan los resultados del Estado de Bolívar.

Este desenlace ha provocado dudas en la oposición, que alega que ninguna encuesta ha marcado una tendencia de semejante calibre, teniendo en cuenta la situación económica y política, los serios cuestionamientos y la baja popularidad del Presidente A esto se le agrega que ciertos candidatos que renunciaron al proceso electoral (principalmente para no dispersar el voto opositor) no fueron sustituidos y fueron opción elegible, posiblemente vinculable al centenar de miles de votos nulos finalmente computados. Por último, Ecarri Bolívar (vicepresidente del partido Acción Democrática) sugirió que la razón por la que la oposición podría haber perdido fue por la abstención de gran parte de los electores afines: ha sorprendido la victoria del oficialismo en gobernaciones como el Estado de Miranda -que ha sido dirigido por el opositor Henrique Capriles quien en esta oportunidad fue inhabilitado para poder presentarse- o bien en el Estado de Lara, derrotando a Henri Falcón, uno de los mejores posicionados dentro de la oposición al PSUV.

Tanto Falcón en Lara como Alejandro Feo en Carabobo, han reconocido la derrota, a diferencia del resto de los candidatos de la oposición. Más aún, los que ganaron sus regiones, encabezados por Juan Pablo Guanipa en el populoso Zulia (13% del padrón), han rechazado la juramentación ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), sosteniendo el ciclo de crisis política. El cuadro de situación es complejo, dado que los electores de los distritos en los que ganó la oposición quieren su asunción, más aun siendo pulmones económicos, como los Estados fronterizos de Colombia Zulia y Táchira, los destinos turísticos fuertes de Mérida y Nueva Esparta o el petrolero Anzoátegui.

Venezuela presenta un interrogante a nivel nacional y mundial al atravesar una de las mayores crisis política y económica de su historia. Desde la imposición del juego vetocrático entre el Ejecutivo y el Legislativo a partir de la derrota del 2015, el clima y la calidad democrática han caído estrepitosamente. El golpe al parlamento durante 2017 y el ascenso de la ANC como órgano superior en la República, sostenida de forma corporativa en el voto de comunas, sindicatos y otras organizaciones de base, terminaron de solidificar las posiciones que definen y discuten a Venezuela desde una “dictadura” o totalitarismo a una “democracia autoritaria” al estilo húngaro o ruso, anclándose en qué tipo de participación política y acceso al gobierno tienen los partidos, libertad de expresión o el libre e independiente funcionamiento de los poderes constitucionales.

Es sabido que esta victoria oficialista es lo que necesitaba el chavismo para reafirmar sus lineamientos políticos y su prosecución de la paz social, sin entrega del poder. Por lo pronto, la mayoría de los Estados de la región han pedido por una “auditoría” completa del proceso electoral, más allá de que el sistema es el mismo que se implementó en la derrota legislativa del 2015. Tras 18 años de chavismo, la MUD inmediatamente impulsó un referendo revocatorio a Nicolás Maduro luego de ganar hace dos años, acción que el CNE suspendió por un denunciado fraude en la recolección de firmas.

La promoción de la lucha de calle después de que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) tomará funciones del Parlamento y luego que el mismo fuera disuelto, devengó 120 fallecidos y la frustración de que el gobierno consagró la ANC. La oposición, jugó al abstencionismo y luego se retractó, vio una oportunidad en la crisis económica y en la insurrección, en las presiones internacionales y bloqueos para luego ver el rechazo de un pueblo que pareciera distinguir lo partidario de lo nacional.

Como señalan analistas políticos y dirigentes opositores, ninguna de estas acciones le dio a la ciudadanía un nuevo liderazgo o norte. Con millones de venezolanos migrando hacia otras latitudes, los resultados pueden no resultar simpáticos, pero la oposición deberá presentar evidencias del fraude denunciado, dadas las actas firmadas por sus testigos en el proceso electoral. Tampoco el gobierno debería trasladar los resultado a nivel nacional:  solo en 5 estados la diferencia es abultada, 8 distritos presentan diferencias de menos de 50  mil votos y la diferencia de 600 mil votos en un país con 500 mil migrantes en los últimos 2 años y 2 millones en la última década debe ser contada en la baza.  Mientras tanto, Venezuela seguirá en su encrucijada.

 

 

 

 

Fuentes consultadas: Informe de la CEELA – CNE – BBC – Le Monde Diplomatique – Telesur – El Universal – Correo del Orinoco –

 

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