Sí ganó Merkel. Pero por primera vez en más de 50 años la ultra-derecha llega al Parlamento alemán de la mano de un partido neo-nazi con un discurso ultranacionalista, xenófobo y anti musulmán.

Las elecciones del domingo dejaron una nueva configuración parlamentaria que hace difícil el proceso de negociaciones en torno a la conformación de una coalición de gobierno. Ganó nuevamente Ángela Merkel (en el poder desde 2005), pero también asciende la ultra-derecha. La jornada del 24 de septiembre dejó un resultado que, si bien convalidó lo pronosticado por las encuestas dando por victoriosa a la Unión Demócrata-Cristiana (CDU), al mismo tiempo provocó algunas sorpresas. Y es que por primera vez en más de 50 años la ultra-derecha logra llegar al Parlamento alemán de la mano de Alternativa para Alemania (AfD), un partido neo-nazi fundado hace apenas cuatro años, que ha construido su popularidad en base a un discurso ultranacionalista, xenófobo y anti musulmán.

Se trata del peor resultado para Merkel desde que venciera por primera vez en el 2005. La canciller, ortodoxa en su política económica e inflexible en su programa de austeridad, ha hecho suyas políticas ajenas al ideario conservador: la preocupación por el medio ambiente, una política migratoria menos rígida y el aval al matrimonio igualitario, posturas que le han permitido sumar apoyos en sectores de la sociedad tradicionalmente alejados de la democracia cristiana. Este corrimiento hacia el centro ha despertado en ciertos sectores de derecha un fuerte rechazo por la figura de Merkel, lo que explica el surgimiento de opciones radicales como la AfD.

El surgimiento de opciones extremistas, a izquierda y a derecha del espectro político, es una tendencia que preocupa a los gobiernos europeos. La crisis migratoria y el desencanto con las élites políticas tradicionales han derivado en el fortalecimiento de alternativas políticas radicales. Si bien no existe una posibilidad real de que AfD acceda al gobierno, puesto que los líderes de los principales partidos han decidido marginarlos de cualquier coalición, no debe pasarse por alto su crecimiento electoral.

La nueva configuración parlamentaria hace prever un arduo proceso de negociaciones en torno a la conformación de una coalición de gobierno. El escenario más probable es el de la “Coalición Jamaica”, llamada así por los colores de los partidos que la integraran: los negros de la CDU, los liberales amarillos y los verdes ecologistas. Si bien existe cierta afinidad entre estas fuerzas, las diferencias no son menores, sobre todo en materia de políticas medioambientales, donde liberales y verdes sostienen visiones contrapuestas.

Sartori, uno de los tantos autores que dominaron los años 80 y 90 respecto del debate sobre las democracias contemporáneas y los sistemas de partidos, estimaba que el modelo europeo de “competencia centrípeta”, ausente de distancias ideológicas entre partidos moderados, resultaba central para el desarrollo y la estabilidad política. Dado los resultados que se vienen observando en las democracias italiana, española, francesa y alemana, el descreimiento, la corrupción y la crisis de legitimidad de los partidos tradicionales (liberales, socialdemócratas, conservadores) está en estado crítico. Todo decanta en el ascenso de nuevas fuerzas o en un voto que migra hacia espacios de tipo populista tanto por derecha como por izquierda.

 

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