La historia nos muestra dos cuestiones recurrentes en los armados confederativos de los gremios peronistas: en primer lugar, que nunca se abandona el principio máximo de estar unidos en una sola central; y en segundo lugar, que nunca se logró la unificación desde lo político y desde lo institucional en forma simultánea. ¿Es posible que la situación de 2016 permita cumplir ambos preceptos? Veamos.

Los tres espacios más representativos del sindicalismo peronista, que funcionaron escindidos en la unidad de acción (y también de concepción) durante los últimos 12 años, han decidido  dar comienzo a la unificación de las vertientes en una sola y poderosa central.

Así es como Antonio Calo (UOM), Luis Barrionuevo (Gastronómicos) y Hugo Moyano (Camioneros) dispusieron que el 22 de agosto venidero haya un cónclave sindical de donde saldría humo blanco para una conducción, monolítica o colegiada, que consagre la expresión del amplio mundo del Movimiento Obrero Organizado. Todo indica que la unificación institucional sería un hecho, pero que en el aspecto político afloran serias dudas de articulación, ante un universo de demandas y perfiles por demás heterogéneos.

Para comenzar, la CGT Alsina (u oficial) liderada por el metalúrgico Antonio Caló es un espacio que, en rigor, aparece desmembrado. Sus pilares edificantes como el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), o el llamado espacio de Los Gordos (Carlos West Ocampo y Armando Cavalieri) o los denominados independientes (UPCN, Obras Sanitarias, SUTERH) ya no reportan ni se sienten representados por Caló, tal como afirmaron públicamente West Ocampo y Omar Viviani (referentes de los Gordos y el MASA, respectivamente).

Esto nos da la pauta que el camino de los subgrupos a una Central de Unidad sería en forma radial y de partes, y ya no como centrales que se evaporan y regeneran en una sola institución.

Por su parte Hugo Moyano, secretario general de la CGT Azopardo, manifestó públicamente su voluntad de pelear por la jefatura de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y no por  la Secretaría General de la CGT. Tiene representación principalmente en los gremios del transporte que, más allá de su organización propia (con capacidades visibles de fuerza gremial), aglutina a la Confederación Argentina del Transporte (CATT) a cargo del dirigente del sindicato de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Smith. El experimentado camionero sabe que para aumentar su poder sindical la única unificación fructífera debe ser con uno de sus feligreses a la cabeza, proveniente lógicamente, de la rama del transporte.

Otro de los actores que se encuentra en la encrucijada es Omar Viviani. El otrora kirchnerista ensayó un despegue meteórico de las filas del Frente Para la Victoria (FPV) nada menos que siendo el ala gremial de la escisión del bloque kirchnerista de diputados. Viviani, además de poner la sede de los taxistas para pergeñar el nuevo Bloque Justicialista, quitó el apoyo del MASA a Antonioaló, acusándolo de inconsultos sus encuentros con el presidente, Mauricio Macri, y el resto de los jerarcas sindicales. Escoltado por la Unión Ferroviaria, los legislativos, mecánicos y un puñado de gremios chicos, el líder taxista amaga con no entrar en la nueva CGT si no tiene espacios de relevancia. Un peso pesado como Gerardo “Cuchara” Martínez, líder de la UOCRA afirmó a los medios que la CGT se va a unificar con Viviani o sin él. El llamado de atención se da en organizaciones cercanas al taxista, como La Bancaria o Luz y Fuerza que tejen estrategias propias para el  tablero gremial.

Por otro lado, los sindicatos cegetistas que se consideran oposición seria y clara al Gobierno de Macri, posición que dejaron en claro reuniéndose con Cristina Kirchner el pasado 20 de abril, tratan de aglutinarse en una especie de “punta de lanza” del sindicalismo peronista combativo. En su entramado confluye el llamado “núcleo del MTA” y la Corriente Político Sindical Federal, capitaneada por el diputado Abel Furlán y los gráficos bonaerenses. A estos se les suman las distintas regionales de la Juventud Sindical Peronista, que prometen convertirse en los verdaderos herederos de los años de conquistas laborales.

Los sindicatos (y la política), son de Perón

El mapeo de los protagonistas del cónclave sindical, fechado para el 22 de agosto próximo,  pone de manifiesto que la expresión institucional difícilmente esté acompañada por la unificación de los criterios políticos, en al menos estos puntos:

  • Relación con el poder ejecutivo nacional.
  • Vinculación unificada hacia las Cámaras de Diputados y Senadores.
  • Espacios políticos sindicales comunes.
  • Armado de listas legislativas de medio término de 2017.
  • Opinión unívoca respecto al período kirchnerista y la “herencia” recibida.
  • Relación con la líder del FPV Cristina Kirchner.

Este hipotético panorama que se infiere significaría que la CGT funcione una vez más como una entelequia en términos de proyecto político pero con gran poder de presión institucional en clave gremial. Este poder quedó demostrado con vigor en la promoción de la Ley Antidespidos y la movilización del 29 de abril pasado, donde las centrales obreras impusieron su voluntad por sobre todos los espacios políticos, incluidos el FPV y el PJ.

A propósito de la canalización institucional del conflicto y las demandas que realizan las organizaciones gremiales, es loable también destacar los límites de representación sobre el conjunto de la clase trabajadora. La feroz división del trabajo impuesta por la globalización,  que disuelve la identidad de los oficios y genera pisos estructurales de desocupación, sumado al 35 %  de los trabajadores no registrados (se estiman actualmente en 10 millones los asalariados y en 4 millones los no registrados), forman un enorme conglomerado de personas que no son contenidas en las proclamas de la CGT. Estos porcentajes, transversales a todas las ramas del trabajo, deben ser guarismos a resolver por el modelo sindical argentino y sus actores.

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