Cambiemos se declaró gradualista, pero las políticas que impulsó lejos estuvieron de tener efectos graduales en el poder adquisitivo de trabajadores y jubilados.
Pablo Menéndez Portela*
El presidente Mauricio Macri proclamó durante su mandato la aplicación de un concepto antaño consolidado en la política, pero esta vez aplicado íntegramente a la gestión económica: el gradualismo. El gradualismo en economía consistiría en realizar cambios en pequeñas dosis en variables clave bajo control del Estado, de manera de corregir desequilibrios a nivel macroeconómico. Esta novedosa escuela económica no es más que una remozada versión del eslogan de campaña “mantener lo bueno y cambiar lo malo” que le permitió acceder a la presidencia en 2015. Para los trabajadores y trabajadoras de la Argentina, este gradualismo, sin embargo, brilló por su ausencia.
Las dosis en que se les suministró un perjuicio económico fueron extremas, un tratamiento de shock que hirió el poder adquisitivo de una enorme mayoría de argentinos. La remuneración de los asalariados/as privados registrados se incrementó,en los primeros tres años de este período presidencial, en un 124%, valor a todas luces insuficiente para contrarrestar la inflación de 160% en el mismo período. Cada trabajador necesitaría un aumento de 16% sólo para recuperar su salario real, esto antes de considerar el efecto de la inflación de 2019, debido a que los datos de salarios de este año aún están pendientes de publicación. En promedio cada asalariado/a resignó $66.643, a precios de fines de 2018, lo que implica casi 2 sueldosenteros de pérdida. Esta enorme cantidad de dinero que a lo largo de la gestión macristatrabajadores/as dejaronde percibir,terminó engrosandola ganancia empresaria o la destrucción de valor agregado.
En adición a esto, debemos considerar que los trabajadores/as han perdido poder adquisitivo debido a la falta de ajuste salarial durante estos tres años. Otra medida poco gradual en este período ha sido la limitación a las negociaciones paritarias, que otrora fueran garantía para que un sector de los trabajadores pueda mantener sus ingresos. La injerencia estatal en estas negociaciones afectó claramente sus resultados en detrimento del salario real. Por nombrar algunos sectores, el salario promedio del sector industrial acumula una pérdida de $86.162 por trabajador, y requeriría un 19,5% de aumento inmediato para recuperar su valor de 2015. Las trabajadoras de casas particulares, sector con ingresos entre los más bajos del mercado laboral, han resignado $49.325, casi 4 salarios en los últimos tres años. Los y las docentes universitarios, en tanto, perdieron entre 6 y 8 salarios mensuales según la categoría de que se trate, hecho que grafica la importancia que la educación superior ha tenido para la gestión del presidente Macri.
Un párrafo aparte merece la situación de los trabajadores/as del sector público nacional. El Presidente dotó a su mandato de una impronta modernizadora, decretando por enésima vez en la historia argentina la tan mentada modernización del Estado, que pasaría a ser eficiente con un mejor servicio a la ciudadanía y, de paso, una mejor situación de las cuentas públicas. Parece difícil lograr tal nivel de modernidad, eficiencia y profesionalismo del sector público si pretendemos hacerlo a través de un deterioro salvaje de los salarios de sus trabajadores. En promedio requerirían un aumento de casi el 43% para recuperar su poder adquisitivo, ya que forzosamente resignaron 8,6 sueldos mensuales en la era Macri,y como sacrificio en pos de alcanzar una exigente meta de déficit fiscal. Nos referimos, claro está, al déficit primario, ya que todo este ahorro se destina al pago de intereses de la deuda.
Para finalizar, tenemos que lamentar la situación de la clase pasiva, que no quedó exenta del deterioro que estas políticas causaron en la población. La enorme mayoría de los jubilados y las jubiladas, que perciben el haber mínimo y no se vieron beneficiados por reparaciones ni políticas compensatorias, resignaron $45.288 durante el macrismo, más de 4 haberes mensuales. Por todo lo expuesto, la única conclusión que cabe es afirmar que, lejos de aplicarse un gradualismo, se ha desatado un ajuste sin precedentes sobre la gran mayoría de los argentinos y argentinas, que explica la retracción económica que caracterizó a los últimos años. Se impone entonces retomar una agenda que, con foco en los ejes productivos del país, se proponga recomponer los ingresos de los trabajadores/as argentinos/as.
* Economista de Atenea – Centro de Estudios para el Desarrollo Nacional.