Por Rebeca Currao San Jose y Gisela Reveiro Oyarzabal
En contexto de pandemia el Ingreso Familiar de Emergencia ( IFE) se constituyó en uno de los instrumentos claves de seguridad social. Sin embargo podemos afirmar que no todas las identidades de género están representadas en su diseño e implementación.
El IFE tiene como fin garantizar un piso mínimo de ingresos a les trabajadores desprotegides, que se encontraban en condiciones de precariedad antes de la pandemia, pero vieron afectada su actividad laboral con las medidas de aislamiento. Sin embargo, en la diagramación de esta política pública encontramos un elemento que atenta contra este fin inicial ¿Se encuentran representadas todas las identidades de género?
En el análisis vemos que en ninguna de sus etapas se consulta ni recupera el género auto percibo de las personas. Tanto la construcción del IFE como los informes realizados sobre su implementación, alcance y limitaciones, tienen un corte binario y heteronormativo. Reproducen la idea de que todos los seres humanos se distribuyen en dos categorías opuestas y complementarias: varón y mujer. De esta manera, las identidades que no se sienten representadas por esos géneros, como la identidad travesti trans, quedan relegadas.
Es necesario (trans)formar los modos de registrar e intervenir en la realidad. Desarmar el conocimiento binario que normaliza los géneros para que políticas como el IFE sean pensadas desde su formulación, aplicación y evaluación, en términos de una transversalización de géneros para lograr un cambio en la cultura organizacional.
Al colectivo travesti trans se le suman elementos extras de exclusión y discriminación para acceder al IFE vinculado directamente a su identidad. Ocurre que los sistemas administrativos demoran en reflejar lo que demanda la Ley de identidad de género y aquelles que realizaron la rectificación de DNI como feminidad trans, siguen figurando con CUIL masculino en las bases de ANSES. Además, la herramienta aún no reconoce la existencia de otras redes de familiaridades que conforman este colectivo y que distan de la construcción de familia tipo compuesta por relaciones afectivas heterosexuales.
La exclusión se acrecienta con el requisito de ser argentines natives o naturalizades y residentes con residencia legal en el país no inferior a 2 años, dejando fuera a muchas personas migrantes del colectivo. Para hacer efectivo el cobro surgen otros problemas como la complejidad de no contar con cuentas bancarias y las deficiencias operativas para actualizar datos personales.
Si miramos el acceso que tienen ciertos sectores de la población a las herramientas de las políticas públicas vemos que aún resta mucho para incluir todos los factores que marcan las trayectorias de vida del colectivo travesti trans. Este cúmulo de circunstancias acrecientan aún más la desigualdad.
La Dirección Nacional de Economía y Género informa que el 55,7% de les cuentapropistas se encuentra por debajo de la línea de pobreza y depende exclusivamente de realizar una actividad laboral para subsistir. Para el colectivo travesti trans las condiciones de acceso al trabajo y a un ingreso son aún más precarias, gran parte se encuentra en situación de pobreza estructural. Según datos del primer relevamiento de las condiciones de vida de la población trans/travestis de la provincia de Buenos Aires (2019), hay una clara desventaja en términos de informalidad laboral: el 82,3% de las personas encuestadas desarrollan actividades a cambio de dinero, de las cuales más de la mitad (57,77%) se encuadran en actividades informales, es decir, no cuentan con aportes jubilatorios ni acceso a obra social. De este grupo el 41,7% son feminidades trans que ejercen la prostitución como único medio de sobrevivencia.
La inestabilidad de ingresos y la precariedad laboral del colectivo travesti trans anteceden a la situación de crisis provocada por la pandemia. Sin embargo, esta se presenta como oportunidad para repensar hacia dónde vamos y qué escenario propiciar ante las nuevas formas de producción y reproducción de la vida, pensadas no como debilidad sino como potencia. (Trans)formar los modos de registro permitiría construir indicadores del colectivo de la diversidad, no sólo para visibilizar las múltiples identidades sino también para diseñar políticas públicas más justas que reconozcan la identidad de género travesti trans y la realidad en la que viven. También permitiría pensar políticas que intervengan en la distribución del ingreso, en pos de una mayor igualdad en materia de derechos humanos.
*Investigadoras del Centro Atenea
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