Por Darío Spampinato ¿Cuáles son los sentidos del Servicio Cívico Voluntario y qué lugar le ofrecen a la juventud? ¿Cómo se conjuga esta política con el liberalismo pregonado por Cambiemos?
Desde la creación del sello Cambiemos, la alianza del Pro, la Coalición Cívica y el radicalismo han intentado mostrarse como una fuerza capaz de pensar un futuro distinto para la Argentina, abandonando el bipartidismo y renovando la comunicación política. Sin embargo, el proyecto cambiemita no ha logrado entusiasmar a los jóvenes, segmento donde la fuerza liderada por Mauricio Macri obtiene el mayor rechazo electoral. Esta semana, a horas de comenzar la veda electoral, el Gobierno anunció el Servicio Cívico Voluntario, un esquema de capacitación y entrenamiento físico a cargo de la Gendarmería Nacional, dirigido a jóvenes de entre 16 y 20 años que «ni estudian ni trabajan». ¿Cuáles son los sentidos de esta iniciativa y qué lugar le ofrecen a la juventud? ¿Cómo se conjuga esta política, que se asocia fácilmente con la experiencia del servicio militar, con el liberalismo pregonado por Cambiemos?
Hay que decirlo, hasta ahora, la fuerza liderada por Mauricio Macri ha sido la más audaz al momento de crear y proferir imágenes que sedujeron a los votantes de distintos sectores sociales. La paleta del futuro pintado por Cambiemos se nutrió de la innovación, la tecnología y la empresa como formas adecuadas para todo el espacio social: el riesgo, la incertidumbre y el merecimiento constituyeron no sólo un modelo económico, sino recetas y formas de hacer para ámbitos educativos y culturales. Los jóvenes, en esta imaginación futurista, tenían su lugar: serían los emprendedores capaces de crear sus fuentes de trabajo y garantizar su propio progreso. El mérito, como motor de desarrollo y criterio de justicia, fue el espíritu de este tiempo fantaseado por Cambiemos.
Sin embargo, el sueño duró poco y la alianza imaginaria establecida por Cambiemos con un tiempo-por-venir fue quebrada a fuerza de promesas rotas: las inversiones, el segundo semestre y la eliminación del impuesto a las ganancias son algunos de los compromisos incumplidos. Pero además, en los últimos años se ha configurado un contexto hostil para las personas jóvenes: además de haber contraído una deuda que compromete a varias generaciones venideras, el escenario laboral y social se tornó cada vez más adverso para la juventud. De acuerdo a los datos publicados por el INDEC el mes pasado, en el Gran Buenos Aires la desocupación de este segmento roza el 20% para los varones y supera el 25% para las mujeres. Esto se da en un contexto de caída del empleo y profundización de la precariedad laboral, donde el monotributo y la economía de plataformas (Uber, Rappi, Pedidos Ya, Glovo) avanzan sobre el trabajo asalariado, alimentándose principalmente de mano de obra joven.
Frente a este panorama crítico, pocas han sido las iniciativas del Gobierno para motorizar el progreso de la juventud. En campaña, Macri anunció un Plan de Primer Empleo que jamás superó el trabajo en comisiones legislativas. Por su parte, los programas de empleo y terminalidad educativa iniciados durante el gobierno anterior fueron desfinanciados. En el caso de PROGRESAR, además, se impusieron condicionamientos que buscaron fomentar el mérito pero sólo lograron excluir a miles de beneficiarios. Y tras transformar los créditos PROCREAR en verdaderas trampas financieras, el Gobierno quitó a los jóvenes la capacidad de soñar con una vivienda propia. La única iniciativa oficial para la problemática del empleo joven han sido las cada vez más caras pero cada vez menos eficientes ferias de empleo, donde se concreta el 10% de las contrataciones anunciadas y apenas 1% de los jóvenes que asisten consiguen trabajo. En 2018, cuando se prometían 20.0000 oportunidades laborales y asistían 175.000 jóvenes, poco más de 1800 jóvenes lograron conseguir un puesto.
Caído el velo de las promesas de campaña, aparecen viejas políticas que buscan agradar al núcleo conservador de votantes del Gobierno. En la provincia de Buenos Aires, la Gobernadora María Eugenia Vidal inauguró una cárcel para jóvenes de entre 18 y 21 años. A nivel nacional, el Ministerio de Seguridad improvisa un «servicio cívico» para educar en valores a los jóvenes que no encuentran trabajo ni oportunidades educativas. Cabe decir que la propuesta carece de escala y estructura: se trata de una capacitación de pocas horas de duración a llevarse adelante durante el calendario electoral. Una iniciativa así no es capaz de alterar la realidad de los millones de jóvenes a quienes el futuro se les ha oscurecido en los últimos años, por lo que resulta un timo hasta para quienes lo consideran un camino posible. Lejos de articular verdaderas oportunidades de progreso, aparecen recetas caducas que instalan debates infructíferos en la sociedad. Cuando ya no puede obtener nuevas adhesiones, el Gobierno refuerza la división para aferrar a sus votantes, tomando de botín a los sectores más vulnerables.
A quienes trabajamos para dilucidar mejores caminos que los propuestos, nos urge pensar alternativas para la juventud. Además de contribuir al diagnóstico económico y social, debemos imaginar políticas que vuelvan a ponernos en un lugar donde el trabajo traccione el progreso de todos. Justamente esta semana, el Centro de Estudios Atenea junto a otras organizaciones presentó el documento Agenda Urgente para una Sociedad de Trabajo, donde se enumeran, describen y justifican 13 propuestas concretas para el mundo de trabajo, con especial atención a la situació de los jóvenes y las mujeres. El documento, que comienza a circular para la discusión de todos y todas, puede consultarse y descargarse en www.agendaurgente.org. Carlos Tomada, Damián Ledesma, Marina Salzmann y Jazmín Castaño, entre otros especialistas, analizan y promueven líneas de acción donde se consideran los distintos factores que hacen a las relaciones entre educación, formación profesional y trabajo, con seriedad académica y sensibilidad social. El futuro vuelve a aceptar nuevas imaginaciones y nos exige valentía e inteligencia, dos valores que no se aprenden en la escuela de la improvisación y el oportunismo.