El slogan oficial «Pobreza Cero» es una afrenta a la realidad. Hay una certeza que se palpa fácilmente: más personas fueron empujadas a la pobreza desde que asumió Cambiemos.
Por Tania Etulain
Durante el debate presidencial de 2015, Mauricio Macri señaló: «Tenemos como objetivo económico lograr una Argentina con pobreza cero». Posteriormente, en ejercicio presidencial, pidió: «Quiero que me juzguen por si pude o no pude reducir la pobreza».
Adelantando la conclusión podremos advertir que el slogan oficial «Pobreza Cero» es una afrenta a la realidad. Para desgracia de todos, hay una certeza que se palpa fácilmente: más personas fueron empujadas a la pobreza y a la indigencia desde que Cambiemos asumió la gestión.
Las mediciones del Observatorio de la Deuda Social de la UCA estiman que la pobreza llegó a los niveles más altos de la última década. La «pobreza multidimensional» alcanzó el 31,3 por ciento a fines de 2018, un incremento del 4,7 por ciento en comparación con 2017, o sea, 1.903.500 nuevos pobres en un año. Si se hace foco en el conurbano bonaerense la cifra trepa al 41,1 por ciento. Para el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo – INDEC- el 32 por ciento de la población se encuentra en el segundo semestre de 2018 en situación de «pobreza por ingreso», lo cual representa una suba de 6,2 puntos porcentuales frente al igual periodo del 2017; en tanto, el 6,7 por ciento de la población es indigente en el segundo semestre 2018 comparado con un 4,8 por ciento para el mismo periodo en 2017.
Cambiemos lleva adelante dispositivos de contención social a través de políticas de transferencia de ingreso. Estas medidas, de alto alcance en el país, reconfiguraron las políticas sociales «heredadas» y degradan a los y las titulares a meros «beneficiarios».
En el año 2018 se crea el «Programa Hacemos Futuro», cuyos titulares pertenecían a los extintos Argentina Trabaja y Ellas Hacen. Para noviembre del 2015 estos programas contaban con un total de 191.819 titulares, mientras que para el mismo mes del año 2018 la base creció a 245.998 titulares.
En los programas Argentina Trabaja y Ellas Hacen -con algunas variantes entre ambos-se promovía la economía social y solidaria. A través de las cooperativas de trabajo los y las titulares realizaban tareas comunitarias y productivas. En cambio, en Hacemos Futuro se exigen credenciales educativas y formativas. Se elimina la figura del cooperativista para identificarlo como beneficiario, eliminando todo requerimiento de trabajo colectivo. Con este tipo de diseño emerge un «beneficiario» que debe presentar contraprestaciones formativas, las cuales tienden a responsabilizar a las personas, y no a las políticas de Estado, de la condición laboral que los y las ciudadanas atraviesan.
El Salario Social Complementario, previsto en la Ley de Emergencia Social del año 2016, es un complemento a los ingresos mensuales que reciben los trabajadores y las trabajadoras que generan su propio trabajo para poder subsistir. Desde su implementación, acceden a esta prestación 279.513 personas. El 13 de febrero de este año distintas organizaciones sociales se nuclearon frente al Ministerio de Salud y Desarrollo Social para pedir, entre otros reclamos, la actualización del salario complementario, considerando que, ya no es complementario sino único ingreso para muchas de las familias producto de la falta de trabajo. Este reconocimiento aún no tuvo respuesta de la Ministra Stanley.
Respecto a la Asignación Universal por Hijo-AUH-, en noviembre de 2015 había un total de 3.648.930 titulares, mientras que para septiembre de 2018 -último registro ANSES-se contabilizan 3.910.577. El aumento de las prestaciones se debe a que en el año 2016 se extendió el beneficio a monotributistas y monotributistas sociales. Durante el período diciembre 2015 -junio 2018 se sumaron más de 200.000 trabajadores bajo estas precarias modalidades de contratación. Mientras que en el gobierno anterior se expandieron las asignaciones familiares debido al aumento del empleo formal, durante la gestión macrista, se aumentó la cantidad de destinatarios de AUH debido al crecimiento de empleo precario.
En los últimos tres años vemos que el mapa de «asistidos y asistidas» crece en niveles considerables y que esto no significa una mejora en los índices de pobreza e indigencia. ¿A qué se debe? Inexorablemente, el resultado es consecuencia del plan económico desarrollado. Las políticas neoliberales, precisan desguazar al trabajo, y con ello, su misión de articulador social. El saldo de estos tres años de gestión arroja: pérdida de puestos de trabajo formal, aumento de las contrataciones precarias y una feroz pérdida del poder adquisitivo de los asalariados como consecuencia de la inflación.
Podemos inferir que si bien los programas de «asistencia social» son necesarios, se tornan insuficientes para resolver los problemas aparejados del modelo económico. Apelar a un piso de «asistidos y asistidas» bajo el slogan de «pobreza cero», más que darle soluciones a la gente parece cristalizar un mecanismo de exclusión social.
Recapitulando sobre el tema, postulamos en primer lugar, que hay una desvinculación entre las políticas sociales y las políticas económicas. Una de las principales premisas del neoliberalismo es la separación entre lo político, lo económico y lo social. En segundo lugar, hay una concepción del destinatario de la política social como mero beneficiario, aquel al que se le da una dadiva y no se le reconocen derechos. No es de extrañar algunas declaraciones de allegados al gobierno como la de dar «propinas y changas» a quienes más lo necesitan. En tercer lugar, es importante destacar que las políticas sociales pasaron a ser focalizadas y compensatorias sin convertirse en un instrumento fundamental para la inclusión social.