La juventud en contexto de crisis socioeconómica
A su vez, la desocupación afecta en mayor medida a las mujeres jóvenes (la tasa de desocupación llega al 21%). Y, dentro del conjunto de jóvenes, la franja de los 18 a los 24 años es la más perjudicada ya que el 24,3% se encuentra buscando un trabajo y no lo consigue.
Aquellos/as jóvenes que logran insertarse en el mercado de trabajo, frecuentemente lo hacen en empleos informales. Esto da cuenta de la vulnerabilidad de este grupo social, ya que la tasa de no registro se encuentra cerca del 50%. En términos generales, la informalidad laboral afecta al conjunto del segmento juvenil, pero para quienes provienen de hogares con ingresos bajos la tasa de no registro es más del doble que para quienes provienen de hogares de ingresos altos. Esta situación se complejiza al observar que 4 de cada 10 jóvenes no registrados/as poseen el secundario incompleto. Estas cifras se reducen a 2 de cada 10 en el caso de los/as registrados/as. A su vez, el acceso a la educación superior incrementa las posibilidades de inserción en el mercado de trabajo formal.
Para colaborar con los ingresos en el hogar, muchos/as jóvenes suelen salir anticipadamente del sistema escolar y la ausencia de credenciales educativas repercute luego en las posibilidades de inserción laboral y en la calidad de los empleos en los que obtienen. No obstante, más allá del esfuerzo individual que ellos/as realicen para mejorar su nivel educativo, existen factores estructurales que condicionan sus posibilidades de acceso y finalización de estudios.
¿Cuál es el rol del Estado en esta coyuntura?
El Estado, ha implementado diversas políticas públicas que apuntan a lograr una mayor inclusión laboral y educativa de la juventud. Uno de los programas más ambiciosos en términos de inclusión educativa es el PROG.R.ES.AR. Creado en 2014, el programa originalmente ofrecía becas para jóvenes entre 18 y 24 años que estén cursando cualquier nivel educativo (primario, secundario o educación superior) o realizando algún tipo de formación como por ejemplo el Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo. El PROG.R.ES.AR pretendía alcanzar a cerca de 1.500.000 jóvenes.
En el último año, el programa sufrió importantes modificaciones en su implementación, y fundamentalmente atravesó un ajuste significativo. En el 2017 tuvo un recorte de más del 50% y para el año que viene nuevamente se reducen sus partidas presupuestarias. Lo que implica, en términos concretos, menor cantidad de jóvenes con posibilidad de acceder a la beca. Hemos visto lo importante que resultan las credenciales educativas para obtener un empleo de calidad. A su vez, el 34% de los y las jóvenes de 18 a 24 años no finalizó sus estudios secundarios. Muchas veces por su temprana inserción laboral que les impide continuar con su formación. Estos datos, dan cuenta de la importancia de la inversión del Estado en programas y políticas que reviertan esta situación tan desfavorable para los y las jóvenes.
La juventud es una población altamente sensible a los fenómenos de la desocupación y la informalidad laboral, más aún si se tiene en cuenta la condición de origen o estrato de ingreso en el hogar del cual provienen. En este contexto complejo no se evidencian propuestas de políticas públicas que permitan un abordaje integral de las diversas situaciones por las que atraviesan los/as jóvenes. Al mismo tiempo, ciertos programas que apuntaban a la inclusión laboral y educativa de la juventud, como el caso del PROG.R.ES.AR, cada vez poseen menos financiamiento.